Habita la estación la bien habita la máquina de hierro la vía que los durmientes marcan el reloj que sin demora trae ameno las risas de jóvenes y niñas
Los viajeros cuentan sin prisa ni aspavientos ni interjecciones vanas en lenguas que entre sí resalta la extrañeza montañas y llanuras planicies empedradas terrenos de pantanos donde el gorjear del trueno descubre batracios y caimanes
Las viejas guardianas amazonas de la historia tejen alelíes y pastos bordados que contienen la sabiduría reinante de ciudades milenarias
Un golpe de viento con preciso aroma anuncia el arribo de otro locomotora y con ello más lenguas y vivencias y más risas y más penas.